Hoy, ha sido uno de esos día horribles de verdad. Un día de los de borrar del calendario, tan solo dulcificado por la bella sonrisa de mi niña cuando la he recogido del colegio.
Todo hacía presagiar que el día acabaría mal, cuando, mientras ejercia con mis labores propias de mi sexo (tender la colada), mientras escuchaba la radio, cuando, de repente, han cortado la emisión.
La noticia que tantos años llevaba esperando, llegaba al fin. Pensé que me estaba equivocando, que mi cabeza y mis deseos me jugaban una mala pasada, pero no, el locutor, repetia con ánimo la noticia.
De repente, un nudo